Leo a veces tenía la obligación de mentir, no le quedaba otra. Las parejas de Leo tendían a tener un comportamiento similar. Quizá fuera porque sus parejas la conocían bastante bien y sabían que ella no necesitaba a una persona cualquiera, sabían que Leo necesitaba una pareja de personalidad arrolladora, con mucha autoestima, alguien que tuviera muchas cosas que enseñarle, alguien que la hiciera avanzar, conocerse a sí misma, que la enseñara los valores de la vida. Quizá fuera por eso por lo que todas las parejas de Leo la miraban a los ojos cuando hablaban de lo perdida que ella se encontraba, de lo insatisfecha que le resultaba su vida, de la necesidad de algo más y le preguntaban algo así como "¿y conmigo qué aprendes? ¿te he enseñado yo algo? porque tengo la sensación de que no tengo nada que enseñarte". Y en ese momento Leo mentía. Leo tenía dos posibles respuestas, la del "sí, claro que me enseñas cosas" y la de "eso no lo sabré hasta que no pase el tiempo, mire hacia atrás y vea todo lo que ha cambiado y me has aportado".
Mentía, claro que mentía, y cómo sabía ella que grande era su mentira. Porque en la vida de Leo había dos personas, dos hombres que la hicieron cambiar sin ellos tener idea ninguna. Y eso lo supo desde el principio. El simple hecho de haberlos conocido había hecho que Leo no fuera la misma. Leo dio un enorme paso al conocer al primero pero un paso aun mayor al conocer al segundo. Y esos dos hombres nunca lo supieron porque, en realidad, nunca hicieron nada por ella. Pero hay personas que tienen la capacidad de calar a otras y hacerles ver sin ningún esfuerzo de qué pueden ser capaces y hacer que sus vidas cambien por completo. Pero ninguno de esos hombres fue nunca pareja de Leo. Y Leo jamás podrá agradecérselo. Y ellos nunca tendrán ni idea.

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