Leo esperaba a que su novio saliera de la ducha. Solo de la ducha, no hacía falta que saliera del baño. Él se podía quedar afeitándose, cepillándose el pelo o secándose el cuerpo con el albornoz. A Leo eso no le importaba. Ella solo quería que su amado la dejara a solas bajo el agua. Bajo la paz que aporta la calidez del agua sobre su cuerpo. Cuando él salía de la ducha, cuando ya no podía verla, ni podía oírla, Leo aprovechaba para mearse en la bañera.

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