Leo tenía un super poder. Desde aproximadamente los 16 años, Leo contaba con un super poder aunque nadie lo sabía. No era un poder controlable. No podía decidir cuándo usarlo como hace Superman cuando vuela o Spiderman cuando lanza su tela de araña. Simplemente, le venía. Leo sabía cuándo se masturbaban pensando en ella. Podía pasarle en cualquier parte: en clase, en la biblioteca, conduciendo, en el supermercado o, incluso, mientras hablaba con su madre. Leo sabía perfectamente cuándo un chico -porque solo funciona con los varones- está disfrutando al pensar en ella.
Lo olía. A Leo, sin venir a cuento, de repente, le venía el olor de algún chico. Reconocía el olor de alguien de su entorno. Mareas de ráfagas de olor venían a su nariz en cualquier momento del día pero siempre que alguien estuviera pensando en ella y tocándose al mismo tiempo.
Al principio pensó que serían cosas de la memoria. Las primeras veces creía que era por pasar mucho tiempo con alguien, "se me queda su olor grabado", me decía. Poco a poco, empezó a decirles a los chicos y hombres que conocía si se habían tocado con su imagen, dando datos concretos, fechas, días, horas, duraciones. Siempre acertaba, estaba corroborado.
No es un super poder muy útil, pero Leo tiene fichados a todos y cada uno de los individuos que disfrutan con ella cuando no está. Cuidado con lo que hacéis, chicos, que todo se sabe.

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