Leo escribía una lista de temas sobre los que hablar con el chico que le gustaba en sus ratos libres. Cuando tenía tiempo libre, Leo pensaba en qué temas eran los apropiados para hablar con Lucas la próxima vez que lo viera y lo apuntaba en una lista. La llevaba siempre consigo, siempre encima. Tenía una pequeña libreta en la que apuntaba temas a modo de esquema para tener algo de qué hablar cuando se encontraba con él. Era una pequeña lista que, llena de temas que la hacían parecer una chica estupenda, se abría con forma de árbol en subtemas que tenían relación directa con los gustos y aficiones del chico del que estaba prendada.
Lo mejor de todo era cuando tenía que usar esa lista para hacerse la interesante. Se ponía tan nerviosa cuando Leo veía a Lucas que empezaba a sudar, a tartamudear, incluso llegaba a reproducir gemidos, sollozos y lamentos. Cuando estaba en casa, podía repasar la lista de temas de memoria de pe a pa, del derecho y del revés, diciendo los temas pares y luego los impares. Podía detallar todos los subtemas, subcategorías y las ramas en las que éstas se dividían de cabeza. Podía relacionar tantos temas como le diera en gana y podía mantener una conversación consigo misma durante horas, quedando como una persona de lo más interesante, una chica atrevida, arriesgada e inteligente, coqueta y juguetona, seria pero alegre, responsable pero alocada. Podía parecer todo lo que quisiera cuando estaba sola porque cuando estaba frente a Lucas, todo eso se desvanecía y solo quedaban miedos y temblores. A veces Leo quedaba con Lucas, pero siempre había más personas con ellos. No tenía valor de quedar con él a solas, pero sí tenía valor para sacarle tema de conversación, solo que no se acordaba. Así, Leo siempre se levantaba en un momento dado, iba al baño y sacaba la lista de donde estuviera guardada y la ponía en su mano, a buen recaudo. Una vez de vuelta, Leo miraba de reojo la mano donde escondía la lista y sacaba un tema, al azar y se ponían a hablar de forma amable.
Cuando la conversación acababa, Leo volvía a echar un vistazo a la lista que escondía en su mano y sacaba otro tema de conversación. Eran tantos los temas que Leo tenía preparados que nunca se quedaba sin nada que decir. Su pequeña chuleta, como las del instituto, le era de gran ayuda, un apuntador en sus obras de teatro con Lucas.

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